Translate

jueves, 23 de agosto de 2012


Necesitamos anteojos para nuestra vida.
Los peligros de la costumbre.
Por Rafael Ayala

Hace tiempo me di cuenta que necesito lentes para ver bien a distancia, especialmente cuando hay poca luz. Toda mi vida había gozado de excelente vista, sin embargo hace unos meses me di cuenta que al conducir, especialmente por la noche, ya no distinguía claramente algunos de los señalamientos que estaban a la distancia. Incluso algunas de las luces y letreros luminosos tomaban forma de estrella. Lo primero que pensé es que estaba cansado porque había sido un día largo y duro; mas esta situación se repetía constantemente.
Lamentablemente, y por desidia, fui postergando mi visita al oculista y me acostumbré a que en condiciones de baja iluminación mi vista ya no era como la antes. Parece increíble pero pasaron meses en que me mantuve así. Un día, al ver mi esposa que tenía dificultad para ver bien a distancia, me prestó sus lentes. ¡Qué maravilla, todo se veía nítido, luminoso, perfecto! Parecía que sus anteojos eran mágicos. Esos cristales me mostraron otra dimensión, una más perfecta y bella, una mejor, y yo me la había estado perdiendo. Al ver todo con total claridad me pregunté desde cuando realmente había dejado de ver con esa perfección, ¿no sería que estos últimos días el problema visual se había vuelto tan obvio que hasta ahora me daba cuenta de algo que ya no era perfecto desde tiempo atrás? ¿Cuánto tiempo hacía que no veía de una forma tan precisa? No pude responder esta pregunta.
Lo mismo nos sucede con otras áreas de nuestra vida, incluso algunas de ellas más importantes que nuestra vista. He conocido personas que viven enfermas, padeciendo dolores que ya consideran normales; o parejas que creen que la relación tan distante, fría o agresiva que tienen es como son las relaciones. Se han acostumbrado a algo que podía ser mucho mejor. Al igual que yo se han adaptado a vivir viendo mal.
Un optometrista me explicaba que entre más tiempo pasa sin que atendamos las pequeñas deficiencias visuales, más rápido nuestros ojos pierden su capacidad de enfoque. En otras palabras nos acostumbramos a ver mal y no nos damos cuenta que experimentamos un deterioro crónico. Como no estamos ciegos y seguimos distinguiendo formas y viendo “mas o menos”, aprendemos a entre cerrar los ojos o acercar o alejarnos de los objetos para verlos mejor.  Así, sacamos adelante el momento sin darnos cuenta que  cada vez empeora un poco la situación.
Lo mismo nos sucede en muchas otras áreas de nuestra vida. Nos conformamos con un ingreso aunque no nos alcance; creemos que es normal que un ser querido nos maltrate con sus palabras, desprecio o incluso golpes; pensamos que los padecimientos físicos que tenemos son normales; comemos pésimamente bajo el pretexto de “qué tanto es tantito” y justificamos actitudes terribles de nuestros hijos pensando que así son todos los jóvenes. En otras palabras nos acostumbramos a tener un estilo y calidad de vida que nos perjudica, no nos satisface y al que ya nos acostumbramos y consideramos normal.
Este es un buen momento para reflexionar sobre nuestra miopía personal. Darnos cuenta de que no podemos ver bien es un primer paso, pero de nada sirve si no hacemos algo al respecto y damos pasos para solucionarlo. Generalmente el segundo paso (después de reconocer que tenemos un problema)  es pedir ayuda. Requerimos apoyo externo, pues nuestra costumbre es tan fuerte que en ocasiones ni siquiera dimensionamos la magnitud de nuestros padecimientos. Para eso existen profesionales y especialistas con el conocimiento, experiencia y competencias necesarias para ayudarnos a corregir nuestros problemas.
Este fin de semana me entregarán mis lentes. Realmente estoy entusiasmado por tenerlos. Quiero traerlos para conducir con mayor seguridad, disfrutar mejor las películas o simplemente ver todo y a todos los que me rodean con claridad. No permitamos que la costumbre nos impida reaccionar a tiempo para corregir los defectos que ya hemos incorporado y aceptado en nuestra existencia. Es posible tener una mejor forma de vida; hay tratamientos para atender nuestras molestias físicas y males emocionales; es posible tener una mejor relación de pareja, ganar más dinero o hacer más confortable el espacio en que vivimos. No nos acostumbremos a vivir a medias. Aún es tiempo de romper las prácticas y situaciones que están impidiendo que tengamos una mejor forma de vida. ¿Harás algo al respecto?

domingo, 12 de agosto de 2012


Soy un afortunado

Por Rafael Ayala                 

Creo que podría decir un bendecido más que un afortunado. Esta opción denota la mano de Dios en el proceso de mi buena ventura. En ocasiones me gusta pensar que soy un bendecido, pero al ver la vida de otras personas respetuosas de Dios  y del prójimo, que no siempre son tan favorecidas, pienso que soy afortunado. Esto no demerita el hecho de considerarme creyente; sin embargo, hay tantas cosas que no entiendo, que no sé, que no me hacen sentido. A pesar de todo, creo e intento vivir esa creencia.
Lo que he logrado comprender es que la justicia divina no tiene nada que ver con la del planeta tierra y los complicados habitantes que estamos en ella. Si Dios fuera justo yo no tendría la vida que tengo, la familia con la que convivo y la mujer con la que comparto la mayoría de mis días. La misericordia de Dios es un acto de injusticia a nuestro favor. Si Él fuera justo no sé donde debería estar, qué debería poseer y como viviría. De lo que estoy cierto es que nada de mi realidad actual sería mío, merecido o real. Me encanta la injusta misericordia de Dios, soy uno más de los muchos beneficiados de ella. Este día es un ejemplo. Quizás fugaz e intrascendente, pero para mí, maravilloso.
Hoy empezó ayer. Anoche dormí en un cómodo hotel de negocios junto al aeropuerto de la Cd. De México. Cené cómodamente en el restaurante del lugar mientras charlaba por teléfono con mi esposa, la más grande bendición que tengo después de la vida eterna. Charlábamos a pesar de la distancia de ciento ochenta kilómetros de distancia.
El despertador de mi teléfono sonó a las cuatro cuarenta y cinco de la mañana. Menos de cinco horas de sueño, pero en una cómoda y amplia cama a una temperatura ideal. A las seis y veinticinco ya estaba dentro del avión. Una vez más la aerolínea me otorgó un ascenso gratuito a primera clase. Lo mejor es que me lo dio para los dos vuelos del día. El primero fue de poco más de un par de horas, pero el segundo un poco menos de siete (viajo de México a Buenos Aires). Pagué clase turista y comí, me senté, bebí, descansé, vi televisión, una película, escuché música y escribí este blog en un asiento muy cómodo con servicios y atenciones por las que no pagué, pues me correspondía ir en clase turista.
El primer vuelo fue hacia Panamá. Dormí, desayuné, dormí y leí. ¿Puedo pedir algo más? Pues el día se puso mejor. En mi corta escala de cuarenta minutos en Panamá alcancé a ver los últimos dieciocho minutos del partido de futbol (amigos estadounidenses entiéndanlo, para los latinos futbol significa soccer, no necesitamos aclararlo. Aunque, ya lo hice, ¿o… no?) entre Brasil y México. Competían por la medalla de oro en las olimpiadas. Minuto treinta del segundo tiempo, México dos, Brasil cero. ¿Qué?, ¿estaba bien la pantalla del café bar del aeropuerto de Tocumén?, ¿veían el mismo marcador los otros veintitantos viajeros que también se detuvieron ante el televisor? ¡Dos a cero!
Era tiempo de tomar mi segundo vuelo. Caminé hasta la sala de abordar. ¡Dos a cero, qué maravilla!, ¡qué orgullo!, ¡qué bendición!, ¿bendición?, ¿suerte?, ¿trabajo?, ¿esfuerzo?, ¿negociación del Comité Olímpico Mexicano? ¡A la goma!, ¡Dos cero a Brasil, es una maravilla!
Me aseguré que el avión partiera de la sala 27.
-     ¿En cuánto tiempo abordamos?
-     ¿En unos cinco minutos señor?
Me acerqué a un café que tenía el televisor en el partido. Por supuesto que alrededor del mismo estaban unas treinta personas mirando la pantalla como buenos fanáticos de la religión balonpienesca. Minuto noventa, gol de Brasil. Ay Dios mío, no vaya a ser que regresemos a la cultura del “ya merito”, el “casi, casi”, o del “se hizo un gran esfuerzo”. Nomás falta que los cariocas metan otro en el tiempo de compensación y luego ganen en tiempo extra, o peor aún, en penales. Lo terrible es que si empatan me subiré al avión sin saber el resultado.
Se acabaron los minutos y al final los de verde brincaban, gritaban, se abrazaron y se pusieron los gigantescos sombreros mexicanos que los mexicanos nunca usamos, salvo en eventos internacionales como éste, para que todo el mundo crea que sí los usamos y los compren a precios exorbitantes en el aeropuerto de Ciudad de México.
Con el pitido del árbitro aplaudí. Junto a mí se encontraban unos brasileños (o al menos unas personas que hablaban portugués y que aplaudieron cuando Brasil metió el gol). Me dieron ganas de sacar mi pasaporte y enseñarlo a todos para que leyeran: “MÉXICO”. Sé que no está bien, pero la victoria de los nacionales me supo mejor junto a los brasileños (perdón Padre. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa… Por eso ruego a Corona, Giovanni, Peralta y a todos los santos… ¡Ganamos la de oro en fut en Londres! ¡Yes!, ¡lero, lero!, ¡Olé, olé, olé…!)
Al llegar a la sala de abordaje con una “M” gigante en la frente, me encontré con una fila igual de gigante esperando abordar. Mi ego, mi comodidad y mi yo completo descansaron al recordar que había sido ascendido a primera clase. Caminé hacia el espacio vacío con el letrero de “primera clase” y me detuve enfrente. Pasé de inmediato. Vaya, ahora sí que mi ego estaba tan inflado como que casi flotaba. Sentí gratitud y recorrí el pasillo al interior del avión. Asiento 4B. ¡Pasillo!, lo que más me gusta. De comida una entrada de salmón con jocoque, camarones, ensalada, yuca y un vasito de vino tinto. Al final, un rico café. Todo esto mientras pude ver en la pantalla personal de mi asiento a Juan Luis Guerra bailando en un pie mientras exponía al mundo su fe en Cristo en su video “En el cielo no hay hospital”. Después Arjona, Pausini y Blunt, Marisa Monte y un delicioso CD de Diana Krall. Por si fuera poco, una buena película.
No puede ser tanta belleza. Y apenas voy hacia Buenos Aires, donde compartiré con gente hermosa todo el lunes sobre ideas para incrementar nuestras habilidades y capacidades para tener una mejor vida personal y profesionalmente. Después, pasear por corrientes, Puerto Madero; visitar la librería El Ateneo y comer un buen corte con chimichurri. ¡Dios mío y además me pagan! ¿Qué hice para merecer esto? No puedo mas que aceptar que no sé. ¿Sueño?, ¿bendición?, ¿suerte?, ¿misericordia divina?, ¿fruto de mi esfuerzo de años? No sé. Prefiero adjudicárselo a Dios y su bondad, pues no creo que sea sólo consecuencia de mi trabajo.
Perdón si al compartirlo sueno más pedante que Donald Trump cuando dice: “estás despedido” en su programa de televisión. Sólo deseo dejar por escrito que en ocasiones la vida y Dios mismo sonríen sobre nosotros. Por supuesto que también he vivido tiempos en que pareciera que la vida nos da la espalada y Dios está demasiado ocupado con Medio Oriente y África. No olvido esos momentos. Sin embargo hoy no fue así. Tanto en tiempos de prosperidad como de necesidad reconozco que sin Él soy nada, que lo que tenemos aquí es una miseria comparado con la eternidad; pero hoy ha sido un gran día. Y como dice Serrat: “y mañana también”.

sábado, 26 de mayo de 2012

¿Alcanzaré el vuelo? (2da. parte)


Sólo tenía 25 minutos para alcanzar mi vuelo de Houston a Dallas y necesitaba terminar la fila de migración, lograr que no me pasaran a segunda revisión, recoger mi maleta, pasar revisión fiscal, dejar la maleta en vuelos de conexión, cruzar seguridad (a ver cómo está la fila de larga. En ocasiones en este aeropuerto sólo en hacer la línea para revisión he requerido de 15 minutos), tomar el tren para la terminal en la que sale mi vuelo y llegar a la puerta de abordaje a tiempo.
En mi mente ya tenía seriamente considerada la posibilidad de perder el vuelo. Iría a las oficinas de servicio al cliente de la aerolínea, explicaría la situación e intentaría tomar otro vuelo más tarde a Dallas. No era lo que quería, pero parecía lo más probable. 
De pronto un empleado de migración empezó a pasar a los que hacíamos fila en la sección de visitantes hacia la zona, casi vacía, de entrada de ciudadanos americanos y residentes de Estado Unidos. Obviamente el tiempo de trámite de los ciudadanos es mucho menor que el de los extranjeros. Primer señal de esperanza. En 10 minutos me encontraba con el agente de migración.
- ¿A qué venir a los Estaros Uniros?
- A un entrenamiento.
- ¿Cuándou regresar a su país?
- El domingo, sólo estaré viernes y sábado en Dallas y me regreso a México.
- Dedous de manou derecha en pantaia. Ahoura el otro mano.
En el momento en que el empleado migratorio puso el sello y me regresó mis documentos sabía que no me enviaría a segunda revisión, ¡yes!, perdón: ¡sí!
Aceleré el paso para bajar un piso y buscar mi maleta; retomando mi experiencia de marchista, tomé mi petaca y me apure a pasar la zona fiscal. ¡Sólo una persona en la fila! Tampoco me detuvieron. Otra persona solamente delante de mi para dejar la maleta en el área de conexiones de vuelos. ¡Woow!, perdón: ¡hurra! (De tanto venir a la tierra de las hamburguesas y los latinos deseosos de prosperar ya estoy escribiendo en "spanglish").
Ahora a hacer la fila de seguridad. Me quedaban como 10 minutos para pasar el arco anti terroristas, tomar el tren a la terminal B y correr a la puerta del avión para intentar llegar a tiempo. Increíble había poca gente esperando cruzar los arcos detectores de metales, no más de 15 personas antes que yo.
Quitarme el reloj, plumas, monedas, cinturón (a ver si no se me caen los pantalones, pero ahora no importa, pues está de moda que se vean los calzones y a veces hasta la "nylon line", así que si se me bajan un poco van a pensar que soy un ruco "cool"). ¡Los zapatos!, que no se me olvide quitarme los zapatos. A ver si un día de estos me compro unos que no tengan agujetas tan sólo para los viajes, así no me tardo en quitármelos y ponérmelos.
¿Qué tan limpio estará el piso de esta zona? Pobres de las mujeres que no traen calcetas o calcetines, deben pasar esto descalzas. Si revisáramos todos los gérmenes del suelo, seguramente hasta los terroristas saldrían infectados con Antrax.
- Take out everything from your pockets, wallet... Everything. (Creo que a estos guardias de seguridad con complejo de detective de Law & Order les hace falta un buen curso de buenos modales. ¿A quién podré contactar para ofrecérselo?, ¿me contratarían para impartirlo aunque no sea "american citizen"?).
Paso seguridad, guardo todas mis prendas en el portafolios para no perder tiempo en ponérmelas, me calzo los zapatos, me subo un poco los pantalones y corro a las pantallas para verificar la puerta desde la que salió o está por salir mi vuelo. Me quedan 5 minutos aproximadamente, aunque cabe la posibilidad de que ya lo hayan cerrado pues suelen abordar media hora antes del tiempo de despegue. Confirmado, es la B65. Necesito subir dos pisos, tomar el tren y luego correr a la puerta. Mis piernas se ejercitan subiendo por las escaleras fijas en lugar de las eléctricas que están llenas de pasajeros. El próximo tren llega en menos de dos minutos. Estoy en la terminal D y E. 
Me bajo en la terminal B. La ley de Murphy aplica y la 65 está al final del edificio. Corro arrastrando mi maleta y el portafolios. Siento como el sudor empieza a recorrer mi frente y mi espalda. Veo el letrero señalando que las salas 58 a 69 están en el pasillo de la izquierda. Mucha gente viene en sentido contrario, ¿seré yo el que va en contra sentido? Esquivo maletas, maletines, portafolios, un par de señoras con perritos y hasta una joven en patineta. La puerta de embarque está cerca.
Me aproximo a la señorita que está en el mostrador. La puerta del túnel hacia el avión está cerrada... Ahora transpiro más.
- "Todavía no abordamos, hay un ligero retraso pero no se ha puesto en las pantallas. Iniciamos abordaje en unos cinco minutos".
Me desparramé en el primer asiento que encontré. Recuperé un poco de aliento. ¡Prueba superada! 
Realmente si no llegaba no pasaría gran cosa, mi curso era hasta el día siguiente y seguramente hubiera alcanzado a tomar otro vuelo. El mundo seguiría su curso y nadie se enteraría de mi travesía, cada quién traía sus propios retos, preocupaciones y angustias vanas. Nada cambió, Peña Nieto continuaría al frente de las encuestas, Obama seguiría apoyando los matrimonios gay y los pumas no re contratarían a Memo Vázquez como su entrenador para la próxima temporada. Sin embargo lo había logrado. 
Gracias Señor por quitarme gente de las filas. Valió la pena correr un poco; además me había servido, junto con las escaleras y mis caminatas de marchista, como el ejercicio del día. 
Este también sería un avión pequeño, pero ahora tendría como asiento un pasillo en salida de emergencia, qué maravilla, contaría con espacio para usar mi computadora y trabajar un poco durante el viaje.

jueves, 24 de mayo de 2012

¿Alcanzaré el vuelo?


Hoy tenía el objetivo de llegar a Dallas, Texas. Para ello contaba con mis pasajes de avión saliendo de Puebla a Houston y conectando de allí a Dallas. Como es sabido el volcán Popocatépetl y sus emisiones de ceniza han provocado que se cancelen algunos vuelos. En realidad no sé cuál es el parámetro para llevar a la aerolínea a cancelar el vuelo, y al parecer los empleados de la misma tampoco. 
Hay dos vuelos de Puebla a Houston, el primero a las siete de la mañana y el segundo cuatro horas después. Yo tenía boleto para este último. 
Me levanté temprano para ver si el vuelo madrugador podía despegar. De ser así consideraba muy probable que también el mío se fuera. Buenas noticias, el primer vuelo no mostraba cancelación. A las siete y diez minutos revisé nuevamente y vi que había despegado. Si ése había salido, con mayor razón el mío, pensé; pues más avanzada la mañana hay más luz y por lo tanto visibilidad. 
A las ocho de la mañana me llaman de la línea aérea para informarme que se había cancelado el vuelo de las once cuarenta. La primera opción que me ofrecieron fue pasarme al día siguiente en el mismo horario. Definitivamente no. Le pedí que me consiguiera vuelo por Ciudad de México. La verdad mi ansiedad fue muy poca porque la noche anterior, previendo que esto podría pasar, ya había revisado las opciones de vuelo que tenía saliendo desde el DF.
Elegí el vuelo de la 1:50 PM. El reto ahora era llegar antes de las nueve a tomar el autobús al aeropuerto Benito Juárez. Adiós desayuno, ya no tendría tiempo para tomarlo. Mi esposa, que me llevó a la terminal de autobuses, me pidió que en cuanto tuviera el pasaje del camión le llamara para avisarle. Allí fue donde me di cuenta que había dejado mi teléfono celular en la consoleta a la entrada de la casa. Con las prisas tomé mi maleta y portafolios para subirlos al auto y dejé el celular. ¡Cuatro días sin Blackberry y de viaje! Estaba a punto de saber que tan dependiente, por no decir adicto, soy a ese aparato. Sería un viaje interesante y un maravilloso experimento o prueba. es increíble como nos hemos hecho dependientes de la tecnología. No me malinterpreten, me encanta la tecnología y sus aparatejos, de hecho gracias a ellos me puedo comunicar contigo en este mismo momento a través del blog. A lo que me refiero es que en ocasiones juzgamos a nuestros hijos porque no juegan al aire libre y están pegados a alguna pantalla, y nosotros somos iguales, o tal vez peores, pues se supone que somos los adultos.
Antes de despedirme dije a Gaby: ahora sólo espero que en el DF no haya demasiado tránsito o alguna marcha pública. A las 8:50 A.M. compré en la terminal el pasaje para el camión de las nueve. 
Ni demasiado tránsito, ni manifestación. La verdad no me parece como las autoridades permiten que personas tomen las calles siendo un delito tipificado en la ley. Tratan de mantener su popularidad a expensas de que cientos de miles o incluso millones de ciudadanos nos veamos afectados por unos cuantos quejosos. A veces veo a los gobernantes cometiendo el mismo error que muchos papás hacemos: no ejercer la autoridad que tenemos por temor a que no nos quieran los hijos. Entiendo que la mayoría de las personas y agrupaciones que toman las calles lo hacen porque ya han recurrido a los medios legales y las autoridades no les atienden, pero, ¿dónde queda el bien común?... En fin, afortunadamente hoy no me detuvo ninguna caminata masiva.
El reto mayor de hoy llegó en el aeropuerto de Houston. Debido a la premura en el cambio de vuelos, no me di cuenta que el agente de línea aérea me dejo muy poco tiempo entre mi llegada a Houston y mi salida con rumbo a Dallas, sólo una hora y media. Tal vez le parezca suficiente tiempo, sin embargo en vuelos internacionales no lo es. Al entrar a Estados Unidos hay que pasar por migración y en ese trámite es posible usar una o hasta dos horas. De hecho ya he perdido algunas conexiones debido a esto. Por lo mismo generalmente, al elegir mis pasajes, escojo conexiones en donde al menos tenga dos horas y media entre cada vuelo. Para colmo el avión de Ciudad de México a Houston salió con treinta minutos de retraso. La aeronave era un Embraer pequeño, de tres asientos por fila. Junto a mi se sentó un hombre de un metro y medio de alto y bastante ancho. El pobre apenas cabía en el asiento y rebasa los límites imaginarios de su lugar para invadir el mío.
Aterrizamos, salí de la nave y empecé a rebasar a todas las personas posibles para evitar tenerlos delante de mi en la fila de migración. El avión se estacionó, creo yo, en la puerta más lejana de la zona migratoria. Caminé con la velocidad de un marchita profesional compitiendo en las olimpiadas de Inglaterra, aunque omití el meneo de las caderas. Al entrar a la zona de migración pude observar feliz, que la fila no era muy larga. Mi alegría desapareció al darme cuenta que efectivamente no eran demasiadas personas las que estaban antes que yo, pero sólo había tres agentes atendiendo. Me acordé de las veces que voy al súper mercado. Cuando voy a pagar la tienda presume que tiene más de veinte cajas, pero sólo hay abiertas dos. Obviamente cada una tiene bastantes clientes formados para pagar y nunca falta la señora que lleva el carrito de compras más lleno que el estadio Azteca en un juego de América contra las Chivas. No entiendo por qué hacen eso en los súper mercados, deberían abrir más cajas y tener contentos a sus clientes como yo. Bueno, pues ahora los agentes aduanales tenían el síndrome de Wal mart.
Si hay tres agentes atendiendo y cada uno tiene una fila promedio de siete personas y en la fila central hay diez personas antes que yo y con cada gente se tardan en promedio cuatro minutos... mmm... ¡Cuarenta y cinco a cincuenta minutos para que me reciban! Son las 4:35 P.M. Mi vuelo sale a las 5:19 P.M. Hay que abordar media hora antes; me falta pasara migración, que no me envíen a segunda revisión, recoger mi maleta, dejarla nuevamente en la línea aérea de conexión, pasar seguridad, encontrar la sala desde donde saldrá mi vuelo; de ser necesario tomar el tren para cambiar de terminal... Todo eso en menos de 20 ó 25 minutos... 
Estoy cansando, es tarde, ha sido un día muy largo... Mañana les cuento el resto.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Retos de un dia normal

Hoy inicié el día recibiendo una llamada telefónica. Funcionó como despertador. Era mi hija desde el laboratorio en el que estaba sacándose una muestra de análisis de sangre. Me iba a pedir algún dato que supongo que ya no necesitó y me colgó.
Minutos más tarde me llamaron de una de las agencias de conferencistas que me promueve. Querían saber si tenía disponible una fecha para un evento en Valle de Bravo, en el Estado de México. Sí tenía la fecha libre, lo que no tuve fue el conocimiento del tema que pedían: "Expectativas del mercado para el 2013 con base en la realidad económica y política actual a nivel global y de México".
Tengo la política de no decir "NO" a temas que no domino totalmente. Así que mi respuesta fue: "sí tengo esa fecha, pero no soy la persona indicada para impartir ese tema". No dudo que hay gente que se avienta a dar un tema que no domina, pero a mí no sólo me parece poco ético, sino que me va a complicar la vida. Requiero leer, investigar y estudiar bastante para hacer un buen trabajo (y casi no tengo tiempo disponible en este momento); pero ¿qué pasará cuando me hagan preguntas?; ¿cuándo requieran que saque opiniones de mi experiencia? Mejor, "zapatero a tus zapatos". Este puede parecer un reto simple, pero muchas veces la ambición o la necesidad económica puede tentarnos a romper nuestras propias políticas por unos pesos más.
De allí me iba a grabar un programa de televisión, pero antes de subirme al auto llegaron mi hija y esposa del laboratorio y me avisaron que mi auto tenía la llanta ponchada. Intenté cambiarla rápidamente pero dos tuercas de la llanta estaban prácticamente pegadas y no las pude retirar (además de que la cruceta que tenía disponible parecía de un paquete de juegos infantiles "mi alegría"). Pedí a mi esposa que me llevara a la televisora (que está cerca de casa). Tema de hoy: "El reto de ser papás".
Más tarde a la oficina a entrevistar a una persona que puede incorporarse a Efectividad Humana, la empresa de Desarrollo Organizacional y Capacitación que dirijo. Después de charlar con ella, a sacar pendientes de trabajo que nunca se acaban. Tratar de terminarlos es como intentar llenar de agua una cubeta llena de perforaciones. Llamadas, correos, boletos de avión, cambio de boletos, cancelación de eventos, nuevos contratos, curso virtual de cuatro a cinco de la tarde, coaching cancelado, buscar nuevas fechas, ¿viajo a Monterrey la semana que viene o hasta la otra?, pagar tarjetas de crédito, al webmaster, al facilitador que hizo el trabajo en Sonora y a la traductora; hacer cotizaciones; revisar proyectos de cambio de cultura para empresas del norte, resolver propuestas de Sud América; comprar boletos de avión a Los Ángeles para la próxima semana... ¡Ah, me falta empacar, mañana viajo!
Hace mucho que no escribo en el blog. Me hice el propósito de escribir lo más posible, pero es todo un reto... Bueno, hoy cumplí y también me sirvió un poco para sacar parte del estrés que generan tantos pendientes y proyectos de trabajo. Bueno, sigo sin empacar, me hiré a hacerlo... Buenas noches.

viernes, 11 de mayo de 2012


¿A qué no sabes a quién conocí?

Ayer Gaby yo conocimos unas personas sumamente especiales. Muchos tenemos la oportunidad alguna vez en nuestra vida de tener contacto por unos minutos o segundos con gente sobresaliente. Son momentos que se quedan en nuestra mente y no sólo se convierten en recuerdos memorables, sino también en la oportunidad de compartir con nuestros amigos, llenos de orgullo, una historia interesante para conversar. Esos encuentros suelen convertirse en tiempos de asombro y aprendizaje. Es casi imposible sorprendernos al conocer las hazañas y logros de estas personalidades.
He tenido la fortuna de contar con este tipo de experiencias varias veces. Hace más de trece años, justo cuando conocí la bellísima Colombia, tuve la oportunidad de compartir escenario y pasar todo un día en el aeropuerto de Bogotá (debido a problemas con nuestros vuelos) con una mujer que ha tenido puestos del más alto nivel en su país, incluida la candidatura a la presidencia de la República. ¡Qué historias puede uno escuchar de alguien así!
En un par de ocasiones comí con un escritor ganador de la Palma de Oro (premio mundial del cine) y nominado al Oscar por lo mismo. Hace muy poco me tocó tener de compañera de vuelo y por lo tanto conversar, con una sumamente famosa y controvertida cantante latinoamericana. Sus canciones, y ella misma, han dado la vuelta al mundo más de una vez. Hablando de cantantes, en mis años juveniles tuve la oportunidad de ser amigo y trabajar con un hombre cuya canción, en aquél tiempo, obtuvo el récord de más semanas consecutivas en el primer lugar de la lista de popularidad de la música en México.
En una ocasión tuve la gran oportunidad de ser entrevistado en radio por un prestigiado periodista latinoamericano. También recuerdo un evento al que fui invitado para impartir una conferencia en la misma tarima que minutos antes pisó uno de mis grandes ídolos de la infancia, quizás el futbolista más loado y apreciado de la historia de este deporte. La vida y Dios me permitieron convivir y aprender de uno de los más prolíficos autores  latinoamericanos, así como ser discipulado por un maestro mundial del mundo de las empresas. He convivido con un cantante nominado al Gremmy en un par de ocasiones.
A veces las personas sentimos erróneamente que nuestro valor puede incrementar un poco por haber tenido contacto con gente de esos niveles de popularidad y resultados. Me da risa pensar como el simple hecho de haber tenido contacto con ellos nos hace sentir que nosotros hemos tenido un mérito, como si sus experiencias y triunfos se nos transmitieran por ósmosis. En realidad lo verdaderamente valioso de estos encuentros surge de lo que podemos aprender de ellos, de sus esfuerzos, retos, respuestas ante las adversidades y claro que también de sus grandes logros. Sus historias de vida se pueden convertir en trampolines de sabiduría para nosotros.
Anoche mi esposa y yo pudimos compartir un par de horas, y unos ricos filetes de tilapia, con una pareja admirable. Este encuentro ha sido como subir no a un trampolín de aprendizaje, sino a la plataforma de diez metros de una alberca olímpica. Ellos son un par de seres humanos que pusieron su vida en riesgo con tal de alcanzar una mejor forma de vida ni siquiera para ellos, sino para sus seres queridos. Personas valientes que día a día se arman de valor para enfrentar desafíos importantes, rodeados de incertidumbre y la posibilidad de que un simple error los lleve a separarse, quizás por siempre, de la gente que más aman y por la que han puesto su vida al borde del precipicio. Sus nombres no importan, pueden ser Sergio, María, José o Candelaria. Son personas como muchas otras que probablemente no saldrán fotografiadas en los diarios y revistas; seguramente sus nombres no serán mencionados en el radio y la televisión y sus rostros nos pasan desapercibidos si nos cruzamos en la calle con ellos. Sus estudios no llegaron más de allá de unos cuantos años de educación primaria, pero su ejemplo, valentía y lucha por ser mejor persona y alcanzar sus sueños es encomiable.
Agradezco a Dios que nos haya permitido conversar anoche con este par de personas valiosas y valientes, que como muchos otros héroes anónimos, se atrevieron a dejar su tierra y su familia para entrar a una nación extraña, con un idioma que ignoran y viviendo una odisea más peligrosa, larga y despiadada que la de Ulises. Humanos admirables que sin pretender fama y reconocimiento arriesgaron todo para recuperar un poco de dignidad y esperanza. Anoche conocí a un par de joyas de la vida que la mayoría etiqueta con la palabra “ilegales”.

lunes, 7 de mayo de 2012

¿Qué montañas necesitamos dinamitar?


El viernes pude visitar el Canal de Panamá. Fue toda una experiencia, principalmente por intentar comprender y dimensionar lo que significó con la tecnología de hace 100 años hacer una obra como esa. Fue una gran lección de vida. 
Es increíble ver de lo que somos capaces los seres humanos. Cuando nos proponemos hacer algo y persistimos podemos hacer prácticamente lo que sea. Sin embargo el reto está justo en esa constancia. Como bien enseñó Jim Rohn, "es fácil hacer cosas que nos den buenos resultados, pero es más fácil no hacerlas". 
Los franceses empezaron el gran reto de unir al Océano Atlántico con el Pacífico a la mitad del continente americano. Más que un sueño, casi una locura. Lamentablemente las adversidades fueron más fuertes que su tesón y recursos. Terminaron esta monumental obra de ingeniería los norteamericanos. 
¿Cuántas veces me rindo ante las adversidades y no concluyo aquello que tanto anhelo?
¿Hace cuánto tiempo que no me pongo un verdadero reto, una meta grande que me inspire y obligue a crecer?, ¿será que ya me acostumbre a mi forma actual de vida y prefiero quedarme así que buscar más?
¿he soñado algo que deje a medio camino?, ¿tendrá otra persona el tesón que a mi faltó para terminarlo?


No puedo sino admirarme ante las vidas que se sembraron para lograr que las aguas de estos continentes se besaran en medio de la selva panameña. Este beso dulce y salado (en los lagos creados se unen ríos con los mares) ha permitido que el comercio del mundo entero se vea beneficiado. Sus esfuerzos, lucha contra la malaria y la fiebre amarilla y en especial contra las predicciones negativas de los que no se atrevían, han sido más que recompensados. 


No sé cuáles son tus sueños, pero sí cuáles son los míos. Dinamitemos las rocas y montañas que detienen nuestros mares, limpiemos los terrenos de nuestro alma para dejar que las aguas se reúnan. Construyamos los canales que  junten nuestros anhelos con nuestra realidad.
Recuperemos nuestra capacidad de asombro.
"Asombro: lo más elevado a que puede llegar el hombre"
Johann Wolfgang Goethe

Hoy ha sido un día de viaje: levantarse temprano, check out en el hotel, aeropuerto, avión, otro aeropuerto, autobús a casa... Un día dedicado a transportarse. ¡Qué maravilla de medios de transporte! Hoy temprano me despedía de un amigo en Panamá, tomé café allá y cenaré más tarde, en casa, con mi familia. No deja de asombrarme las maravillas que como sociedad hemos creado, podemos movernos por el mundo en muy poco tiempo. Claro, cuesta, pero se puede hacer.
Creo que eso es algo que no debemos perder, nuestra capacidad de asombro. Considero que desde la llegada del hombre a la luna hemos reducido nuestro nivel de sorpresa y admiración ante cosas realmente increíble. Si el hombre fue capaz de poner su pie en la luna, es capaz de todo. Ya no nos sorprende que yo escriba en un teclado delgado desde la cocina de mi hogar en Puebla y con click personas de todo el mundo lo puedan leer, juzgar, criticar y responder en cuestión de segundos... Pensémoslo: "cuestión de segundos"; "todo el mundo".
En mi fin de semana de trabajo por Panamá tuve la oportunidad de visitar el Canal. ¡Qué maravilla! Es impresionante como hombres, hace 100 años, iniciaron un proyecto que permitiera que las aguas del Atlántico y el Pacífico se besara a la mitad del continente americano. Millones de toneladas de rocas y montaña tuvieron que ser removidos; se diseñó un sistema de esclusas (como albercas gigantescas con compuertas) que permitieran subir y bajar de nivel a los monstruos marinos que transportan mercancía de China, India, Europa, Japón, Brasil a cualquier rincón del mundo sin tener que pasar por la Tierra del Fuego cerca del Polo Sur.
Mi nuevo amigo y excelente persona, Pablo Ruidiaz se tomó el tiempo de llevarme, acompañado de su escudero y nieto, Giovani, a comer en un restaurante ubicado en la esclusa Miraflores y tuve la fortuna de ver el cruce de un navío de Europa del Este. No pude evitar dejarlos en la mesa y observar como entraba, cerraban una compuerta con ingeniería de cien años, subía el nivel del agua, abrían compuerta, se eleva el barco y pasa a la siguiente y así hasta llegar a las aguas abiertas del pacífico y con él el barco.
Pero hay muchas cosas de qué maravillarnos, no sólo el avance tecnológico. ¿Quién puede dejar de emocionarse cuando un bebé de días de nacido aprieta uno de nuestros dedos?,  al saborear un pedazo de mango, respirar el aire fresco y penetrante cuando estamos cerca de las montañas; al ver un atardecer en el mar, la salida del sol en el desierto; o al pensar que la persona que nos hizo perder la concentración cuando éramos jóvenes y que llegamos a creer que no nos pondría atención, aún sigue a nuestro lado a pesar de que nos conoce tal como somos.
En fin, les invito a no dejar de asombrarnos, dar gracias y disfrutar las pequeñas y grandes cosas a las que tenemos acceso.


domingo, 6 de mayo de 2012

Hoy inicio mi blog, te invito a compartir conmigo

HOY EMPIEZO ESTE BLOG. TE INVITO A VIVIRLO CONMIGO.


Bien, pues acá estoy, intentando desarrollar la disciplina de escribir algo con frecuencia. Intentaré al menos dejar algo diario, aunque no lo firmo en piedra. Al menos varias veces a la semana, pero trataré de hacerlo lo más frecuente que pueda.
Mi propósito es compartir no lo que vivo, sino lo que pienso cuando lo vivo. Espero que disfrutes este espacio, compartas tus ideas, opiniones y diferencias conmigo. No pretendo que pienses como yo, sino que vivamos con conciencia, responsabilidad, iniciativa, alegría y paz.
No me considero humanista, gurú, maestro o guía. Simplemente alguien que disfruta de aprender. Entiendo que ni en nuestros mejores momentos somos el centro del mundo y que no debemos ser el centro ni de nuestro propio mundo. Reconozco que hay un Creador que me dado libertad y la oportunidad de decidir como vivir mi vida y que daré de cuentas de ello y que sin o fuera por Él, yo no estaría donde estoy, tendría lo que tenga ni podría esperar ir a donde iré.


¿QUÉ PUEDES ESPERAR DE ESTE ESPACIO?
Honestidad y esperanza. Podemos vivir nuestra vida con desilusión y despecho o con esperanza. Prefiero lo segundo. Como dice Amado Nervo refiriéndose a la vida: "Porque veo al final de mi duro camino, que yo fui el arquitecto de mi propio destino... mas no me prometiste tú sólo noches buenas".


Bienvenidos, espero que disfrutemos de este espacio y los reflejos del alma que mis letras puedan transmitirles.


¡Disfrutemos el viaje!


Rafael