Translate

sábado, 26 de mayo de 2012

¿Alcanzaré el vuelo? (2da. parte)


Sólo tenía 25 minutos para alcanzar mi vuelo de Houston a Dallas y necesitaba terminar la fila de migración, lograr que no me pasaran a segunda revisión, recoger mi maleta, pasar revisión fiscal, dejar la maleta en vuelos de conexión, cruzar seguridad (a ver cómo está la fila de larga. En ocasiones en este aeropuerto sólo en hacer la línea para revisión he requerido de 15 minutos), tomar el tren para la terminal en la que sale mi vuelo y llegar a la puerta de abordaje a tiempo.
En mi mente ya tenía seriamente considerada la posibilidad de perder el vuelo. Iría a las oficinas de servicio al cliente de la aerolínea, explicaría la situación e intentaría tomar otro vuelo más tarde a Dallas. No era lo que quería, pero parecía lo más probable. 
De pronto un empleado de migración empezó a pasar a los que hacíamos fila en la sección de visitantes hacia la zona, casi vacía, de entrada de ciudadanos americanos y residentes de Estado Unidos. Obviamente el tiempo de trámite de los ciudadanos es mucho menor que el de los extranjeros. Primer señal de esperanza. En 10 minutos me encontraba con el agente de migración.
- ¿A qué venir a los Estaros Uniros?
- A un entrenamiento.
- ¿Cuándou regresar a su país?
- El domingo, sólo estaré viernes y sábado en Dallas y me regreso a México.
- Dedous de manou derecha en pantaia. Ahoura el otro mano.
En el momento en que el empleado migratorio puso el sello y me regresó mis documentos sabía que no me enviaría a segunda revisión, ¡yes!, perdón: ¡sí!
Aceleré el paso para bajar un piso y buscar mi maleta; retomando mi experiencia de marchista, tomé mi petaca y me apure a pasar la zona fiscal. ¡Sólo una persona en la fila! Tampoco me detuvieron. Otra persona solamente delante de mi para dejar la maleta en el área de conexiones de vuelos. ¡Woow!, perdón: ¡hurra! (De tanto venir a la tierra de las hamburguesas y los latinos deseosos de prosperar ya estoy escribiendo en "spanglish").
Ahora a hacer la fila de seguridad. Me quedaban como 10 minutos para pasar el arco anti terroristas, tomar el tren a la terminal B y correr a la puerta del avión para intentar llegar a tiempo. Increíble había poca gente esperando cruzar los arcos detectores de metales, no más de 15 personas antes que yo.
Quitarme el reloj, plumas, monedas, cinturón (a ver si no se me caen los pantalones, pero ahora no importa, pues está de moda que se vean los calzones y a veces hasta la "nylon line", así que si se me bajan un poco van a pensar que soy un ruco "cool"). ¡Los zapatos!, que no se me olvide quitarme los zapatos. A ver si un día de estos me compro unos que no tengan agujetas tan sólo para los viajes, así no me tardo en quitármelos y ponérmelos.
¿Qué tan limpio estará el piso de esta zona? Pobres de las mujeres que no traen calcetas o calcetines, deben pasar esto descalzas. Si revisáramos todos los gérmenes del suelo, seguramente hasta los terroristas saldrían infectados con Antrax.
- Take out everything from your pockets, wallet... Everything. (Creo que a estos guardias de seguridad con complejo de detective de Law & Order les hace falta un buen curso de buenos modales. ¿A quién podré contactar para ofrecérselo?, ¿me contratarían para impartirlo aunque no sea "american citizen"?).
Paso seguridad, guardo todas mis prendas en el portafolios para no perder tiempo en ponérmelas, me calzo los zapatos, me subo un poco los pantalones y corro a las pantallas para verificar la puerta desde la que salió o está por salir mi vuelo. Me quedan 5 minutos aproximadamente, aunque cabe la posibilidad de que ya lo hayan cerrado pues suelen abordar media hora antes del tiempo de despegue. Confirmado, es la B65. Necesito subir dos pisos, tomar el tren y luego correr a la puerta. Mis piernas se ejercitan subiendo por las escaleras fijas en lugar de las eléctricas que están llenas de pasajeros. El próximo tren llega en menos de dos minutos. Estoy en la terminal D y E. 
Me bajo en la terminal B. La ley de Murphy aplica y la 65 está al final del edificio. Corro arrastrando mi maleta y el portafolios. Siento como el sudor empieza a recorrer mi frente y mi espalda. Veo el letrero señalando que las salas 58 a 69 están en el pasillo de la izquierda. Mucha gente viene en sentido contrario, ¿seré yo el que va en contra sentido? Esquivo maletas, maletines, portafolios, un par de señoras con perritos y hasta una joven en patineta. La puerta de embarque está cerca.
Me aproximo a la señorita que está en el mostrador. La puerta del túnel hacia el avión está cerrada... Ahora transpiro más.
- "Todavía no abordamos, hay un ligero retraso pero no se ha puesto en las pantallas. Iniciamos abordaje en unos cinco minutos".
Me desparramé en el primer asiento que encontré. Recuperé un poco de aliento. ¡Prueba superada! 
Realmente si no llegaba no pasaría gran cosa, mi curso era hasta el día siguiente y seguramente hubiera alcanzado a tomar otro vuelo. El mundo seguiría su curso y nadie se enteraría de mi travesía, cada quién traía sus propios retos, preocupaciones y angustias vanas. Nada cambió, Peña Nieto continuaría al frente de las encuestas, Obama seguiría apoyando los matrimonios gay y los pumas no re contratarían a Memo Vázquez como su entrenador para la próxima temporada. Sin embargo lo había logrado. 
Gracias Señor por quitarme gente de las filas. Valió la pena correr un poco; además me había servido, junto con las escaleras y mis caminatas de marchista, como el ejercicio del día. 
Este también sería un avión pequeño, pero ahora tendría como asiento un pasillo en salida de emergencia, qué maravilla, contaría con espacio para usar mi computadora y trabajar un poco durante el viaje.

jueves, 24 de mayo de 2012

¿Alcanzaré el vuelo?


Hoy tenía el objetivo de llegar a Dallas, Texas. Para ello contaba con mis pasajes de avión saliendo de Puebla a Houston y conectando de allí a Dallas. Como es sabido el volcán Popocatépetl y sus emisiones de ceniza han provocado que se cancelen algunos vuelos. En realidad no sé cuál es el parámetro para llevar a la aerolínea a cancelar el vuelo, y al parecer los empleados de la misma tampoco. 
Hay dos vuelos de Puebla a Houston, el primero a las siete de la mañana y el segundo cuatro horas después. Yo tenía boleto para este último. 
Me levanté temprano para ver si el vuelo madrugador podía despegar. De ser así consideraba muy probable que también el mío se fuera. Buenas noticias, el primer vuelo no mostraba cancelación. A las siete y diez minutos revisé nuevamente y vi que había despegado. Si ése había salido, con mayor razón el mío, pensé; pues más avanzada la mañana hay más luz y por lo tanto visibilidad. 
A las ocho de la mañana me llaman de la línea aérea para informarme que se había cancelado el vuelo de las once cuarenta. La primera opción que me ofrecieron fue pasarme al día siguiente en el mismo horario. Definitivamente no. Le pedí que me consiguiera vuelo por Ciudad de México. La verdad mi ansiedad fue muy poca porque la noche anterior, previendo que esto podría pasar, ya había revisado las opciones de vuelo que tenía saliendo desde el DF.
Elegí el vuelo de la 1:50 PM. El reto ahora era llegar antes de las nueve a tomar el autobús al aeropuerto Benito Juárez. Adiós desayuno, ya no tendría tiempo para tomarlo. Mi esposa, que me llevó a la terminal de autobuses, me pidió que en cuanto tuviera el pasaje del camión le llamara para avisarle. Allí fue donde me di cuenta que había dejado mi teléfono celular en la consoleta a la entrada de la casa. Con las prisas tomé mi maleta y portafolios para subirlos al auto y dejé el celular. ¡Cuatro días sin Blackberry y de viaje! Estaba a punto de saber que tan dependiente, por no decir adicto, soy a ese aparato. Sería un viaje interesante y un maravilloso experimento o prueba. es increíble como nos hemos hecho dependientes de la tecnología. No me malinterpreten, me encanta la tecnología y sus aparatejos, de hecho gracias a ellos me puedo comunicar contigo en este mismo momento a través del blog. A lo que me refiero es que en ocasiones juzgamos a nuestros hijos porque no juegan al aire libre y están pegados a alguna pantalla, y nosotros somos iguales, o tal vez peores, pues se supone que somos los adultos.
Antes de despedirme dije a Gaby: ahora sólo espero que en el DF no haya demasiado tránsito o alguna marcha pública. A las 8:50 A.M. compré en la terminal el pasaje para el camión de las nueve. 
Ni demasiado tránsito, ni manifestación. La verdad no me parece como las autoridades permiten que personas tomen las calles siendo un delito tipificado en la ley. Tratan de mantener su popularidad a expensas de que cientos de miles o incluso millones de ciudadanos nos veamos afectados por unos cuantos quejosos. A veces veo a los gobernantes cometiendo el mismo error que muchos papás hacemos: no ejercer la autoridad que tenemos por temor a que no nos quieran los hijos. Entiendo que la mayoría de las personas y agrupaciones que toman las calles lo hacen porque ya han recurrido a los medios legales y las autoridades no les atienden, pero, ¿dónde queda el bien común?... En fin, afortunadamente hoy no me detuvo ninguna caminata masiva.
El reto mayor de hoy llegó en el aeropuerto de Houston. Debido a la premura en el cambio de vuelos, no me di cuenta que el agente de línea aérea me dejo muy poco tiempo entre mi llegada a Houston y mi salida con rumbo a Dallas, sólo una hora y media. Tal vez le parezca suficiente tiempo, sin embargo en vuelos internacionales no lo es. Al entrar a Estados Unidos hay que pasar por migración y en ese trámite es posible usar una o hasta dos horas. De hecho ya he perdido algunas conexiones debido a esto. Por lo mismo generalmente, al elegir mis pasajes, escojo conexiones en donde al menos tenga dos horas y media entre cada vuelo. Para colmo el avión de Ciudad de México a Houston salió con treinta minutos de retraso. La aeronave era un Embraer pequeño, de tres asientos por fila. Junto a mi se sentó un hombre de un metro y medio de alto y bastante ancho. El pobre apenas cabía en el asiento y rebasa los límites imaginarios de su lugar para invadir el mío.
Aterrizamos, salí de la nave y empecé a rebasar a todas las personas posibles para evitar tenerlos delante de mi en la fila de migración. El avión se estacionó, creo yo, en la puerta más lejana de la zona migratoria. Caminé con la velocidad de un marchita profesional compitiendo en las olimpiadas de Inglaterra, aunque omití el meneo de las caderas. Al entrar a la zona de migración pude observar feliz, que la fila no era muy larga. Mi alegría desapareció al darme cuenta que efectivamente no eran demasiadas personas las que estaban antes que yo, pero sólo había tres agentes atendiendo. Me acordé de las veces que voy al súper mercado. Cuando voy a pagar la tienda presume que tiene más de veinte cajas, pero sólo hay abiertas dos. Obviamente cada una tiene bastantes clientes formados para pagar y nunca falta la señora que lleva el carrito de compras más lleno que el estadio Azteca en un juego de América contra las Chivas. No entiendo por qué hacen eso en los súper mercados, deberían abrir más cajas y tener contentos a sus clientes como yo. Bueno, pues ahora los agentes aduanales tenían el síndrome de Wal mart.
Si hay tres agentes atendiendo y cada uno tiene una fila promedio de siete personas y en la fila central hay diez personas antes que yo y con cada gente se tardan en promedio cuatro minutos... mmm... ¡Cuarenta y cinco a cincuenta minutos para que me reciban! Son las 4:35 P.M. Mi vuelo sale a las 5:19 P.M. Hay que abordar media hora antes; me falta pasara migración, que no me envíen a segunda revisión, recoger mi maleta, dejarla nuevamente en la línea aérea de conexión, pasar seguridad, encontrar la sala desde donde saldrá mi vuelo; de ser necesario tomar el tren para cambiar de terminal... Todo eso en menos de 20 ó 25 minutos... 
Estoy cansando, es tarde, ha sido un día muy largo... Mañana les cuento el resto.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Retos de un dia normal

Hoy inicié el día recibiendo una llamada telefónica. Funcionó como despertador. Era mi hija desde el laboratorio en el que estaba sacándose una muestra de análisis de sangre. Me iba a pedir algún dato que supongo que ya no necesitó y me colgó.
Minutos más tarde me llamaron de una de las agencias de conferencistas que me promueve. Querían saber si tenía disponible una fecha para un evento en Valle de Bravo, en el Estado de México. Sí tenía la fecha libre, lo que no tuve fue el conocimiento del tema que pedían: "Expectativas del mercado para el 2013 con base en la realidad económica y política actual a nivel global y de México".
Tengo la política de no decir "NO" a temas que no domino totalmente. Así que mi respuesta fue: "sí tengo esa fecha, pero no soy la persona indicada para impartir ese tema". No dudo que hay gente que se avienta a dar un tema que no domina, pero a mí no sólo me parece poco ético, sino que me va a complicar la vida. Requiero leer, investigar y estudiar bastante para hacer un buen trabajo (y casi no tengo tiempo disponible en este momento); pero ¿qué pasará cuando me hagan preguntas?; ¿cuándo requieran que saque opiniones de mi experiencia? Mejor, "zapatero a tus zapatos". Este puede parecer un reto simple, pero muchas veces la ambición o la necesidad económica puede tentarnos a romper nuestras propias políticas por unos pesos más.
De allí me iba a grabar un programa de televisión, pero antes de subirme al auto llegaron mi hija y esposa del laboratorio y me avisaron que mi auto tenía la llanta ponchada. Intenté cambiarla rápidamente pero dos tuercas de la llanta estaban prácticamente pegadas y no las pude retirar (además de que la cruceta que tenía disponible parecía de un paquete de juegos infantiles "mi alegría"). Pedí a mi esposa que me llevara a la televisora (que está cerca de casa). Tema de hoy: "El reto de ser papás".
Más tarde a la oficina a entrevistar a una persona que puede incorporarse a Efectividad Humana, la empresa de Desarrollo Organizacional y Capacitación que dirijo. Después de charlar con ella, a sacar pendientes de trabajo que nunca se acaban. Tratar de terminarlos es como intentar llenar de agua una cubeta llena de perforaciones. Llamadas, correos, boletos de avión, cambio de boletos, cancelación de eventos, nuevos contratos, curso virtual de cuatro a cinco de la tarde, coaching cancelado, buscar nuevas fechas, ¿viajo a Monterrey la semana que viene o hasta la otra?, pagar tarjetas de crédito, al webmaster, al facilitador que hizo el trabajo en Sonora y a la traductora; hacer cotizaciones; revisar proyectos de cambio de cultura para empresas del norte, resolver propuestas de Sud América; comprar boletos de avión a Los Ángeles para la próxima semana... ¡Ah, me falta empacar, mañana viajo!
Hace mucho que no escribo en el blog. Me hice el propósito de escribir lo más posible, pero es todo un reto... Bueno, hoy cumplí y también me sirvió un poco para sacar parte del estrés que generan tantos pendientes y proyectos de trabajo. Bueno, sigo sin empacar, me hiré a hacerlo... Buenas noches.